4 años recibiendo mucho más de lo que yo les doy a los abuelitos


 

 
 
Soy Antonio y todo empezó el 20 de mayo de 2016, cuando por impulsos interiores decido prestar un servicio sin cobrar una nómina, pensando que ya había cobrado muchas nóminas y era hora de hacerlo desinteresadamente. Cuando voy día tras día, conforme desarrollo mi voluntariado, me doy cuenta de que llego a casa lleno, ¿y de qué? En primer lugar del Señor, que es el que me ayuda, pues yo soy muy vago y egoísta, pero también lleno de los agradecimientos de los residentes y, cuando lo pienso me digo: si no les he dado nada... y qué agradecidos son.
 
 
Mi quehacer en la Residencia Hermanitas de los Pobres consiste en ser portero, o recepcionista, como llaman otros. Abrir y cerrar la puerta de entrada, atender al teléfono pasando llamadas y, cómo no, hablando con los residentes que por allí van pasando.
 
 
En la Residencia de San Basilio la mañana se desarrolla en dos partes, primero en terapia ocupacional, haciendo manualidades, ayudando en multitud de tareas: desde decirle a un abuelito cuál es el color azul, rojo o verde hasta realizar partes de algún trabajo que para ellos les resulta muy difícil de hacer. La segunda parte se desarrolla en la sala multiusos, jugando dos partidas de bingo, animándoles para que no se les pase ningún número.
 
 
Hago de todo un poco, si hay algún residente que quiere dar una vuelta   por el jardín o jugar una partida de dominó, pues también se hace sin problema alguno; siempre estando al servicio de ellos y de la terapeuta ocupacional.
 
 
Ahora con la pandemia mi labor se basa en la escucha activa. Llamo por teléfono a ambas residencias y converso con los residentes asignados, animándoles y escuchando todo aquello que me quieren contar, pero deseando que pronto nos volvamos a ver.

Comentarios

  1. Muchas gracias Antonio, tu entrada es breve pero rica en calidad humana y social!. sobre todo, llena de cariño para nuestros mayores.

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