Un cartel no cura el cáncer, pero un “hoy me he acordado de hacer un cartel para tí” cambia muchas cosas

Mi nombre es Conchi, tengo 18 años y soy estudiante de Enfermería en la Escuela Universitaria de Cartagena. Soy voluntaria de FADE en Pediatría unos 4 años ya y nunca había oído la propuesta de ser voluntaria también en Oncología. Cuando una buena amiga mía me lo dijo, lo primero que pensé es que si lo hacía sería masoquismo por mi parte ¿qué necesidad tenía de sufrir viendo a gente tan mal, sabiendo que no les iba a aportar nada útil? Menos mal que no fui tan tonta como para hacer caso de mis pensamientos. Dije que sí. Al fin y al cabo, si no me gustaba bastaba con no volver.

Primer cartel realizado por Conchi y sus compañeras
El día anterior convencí a otra amiga para que se viniese conmigo. Como locas empezamos a comernos la cabeza: “no vamos a subir con las manos vacías, que vergüenza” nos repetíamos. Se nos ocurrió la idea de hacer carteles con frases motivadoras y con colores alegres. Cuando hicimos el primero, pusimos “que tus sueños sean más grandes que tus miedos”. Yo solo pensaba que aquello no significaría nada para una persona que llevaba 6 meses en el hospital. Vamos, un trozo de cartulina mal coloreado hecho por unas desconocidas para una persona adulta es lo mismo que nada. Allá que subimos, temblando de miedo y rojas de la vergüenza a una habitación de la 5ª planta del hospital Santa Lucía. La chica se llamaba Ana, tenía unos 30 años y llevaba meses ya en el hospital. Cuando le dijimos quiénes éramos y con qué intenciones íbamos, se emocionó, como también lo hicieron sus familiares. Solo sabían darnos las gracias. Tras darle su cartel, salimos de la habitación dispuestas a no dejar de hacer carteles nunca.

Así estuvimos meses, con pequeñas tonterías y 10 minutos hablando con aquellas personas de las que jamás habíamos oído hablar y viceversa, hablando de todo un poco y decorando sus habitaciones. Aún recuerdo una mujer que quiso pagarme por el cartel, incrédula de que ese servicio fuese gratuito. Otra señora me pidió un jarrón con agua para que su flor de cartulina no se marchitase, porque decía que aunque el papel no se marchita si la flor se estropease algún día no se lo perdonaría. Podría contar mil y un anécdotas más pero nunca terminaría.

Conchi colgando uno de los carteles
Mi experiencia en Oncología me ha cambiado la vida. Es increíble todo lo que puedes llegar a hacer con 10 minutos de tiempo y un trozo de cartulina, o de alambre o de lo que sea. Si de algo estoy segura es que ayudar a estas personas a sonreír aunque sea un día a la semana es bueno para ellas, pero mejor para mí. La gente nos llama locas (a mí y mis amigas que vamos de voluntarias allí) porque dicen que un cartel no cura el cáncer a nadie. Ya, un cartel no, pero una sonrisa, un buenos días de parte de la pesada voluntaria que va todos los sábados y un “hoy me he acordado de hacer un cartel para ti” sí cambia cosas. Lo digo porque yo he visto cambiar cosas desde que mis amigas y yo somos voluntarias.

En resumen, os animaría a todos los voluntarios a participar de esta maravillosa experiencia. No os imagináis lo mucho que podemos hacer con muy poco. Hablo de parte de mis amigas y mía desde la voz de la experiencia.

Testimonio de Conchi Ibarra Sicilia, voluntaria el el Hospital Santa Lucía

Comentarios