Los niños a los que atiendo "son igual que mis hijas cuando tenían su edad, pero con menos suerte". Experiencia de voluntariado de Mª Carmen Sánchez

¡Hola a todos! Mi nombre es Mª Carmen, tengo 46 años y estoy casada, tengo dos hijas de 20 y 18 años. Trabajo fuera de casa por la mañana y las tardes, desde que nacieron mis hijas, han sido exclusivamente para ellas. He disfrutado mucho con ellas y también me he estresado bastante con sus deberes y exámenes, pero no me arrepiento de haber dedicado todas y cada una de mis tardes a recogerlas del cole, deberes, catequesis, baile, dentista, etc.
Mª Carmen (al fondo) y otros voluntarios junto a los niños a los que ayudan en el refuerzo escolar.
Ahora tengo dos adultas (al menos así se consideran ellas, aunque son pequeñas todavía para mi) de las que no puedo estar más orgullosa como madre y ser humano. No os voy a contar nada de ellas porque entraría en amor de madre, pero son estupendas, son lo mejor que tengo en la vida.

Desde hace años, mis hijas son independientes en sus obligaciones y yo he seguido simplemente acompañándolas desde la cocina de casa, haciendo bizcocho o leyendo alguna novela, pero estando ahí cada vez que salían de sus habitaciones y querían compartir conmigo algo del cole, de amigos, de cualquier tema. Y desde hace tres años, ¡ya ni eso!, se van a la biblioteca y me dejan sola. Y entonces canalicé mis energías en un voluntariado.

Siempre  he sido solidaria o así me considero hacia los demás, me siento tan, tan, tan afortunada por la vida que me ha tocado que doy gracias todos los días a Dios. Soy creyente y siempre he intentado involucrarme en ayudar a los demás: en Cáritas, Manos Unidas, Intermon Oxfam, Acnur, etc. Pero eso me queda muy lejos, además de esto, tenía la necesidad de compartir algo muy personal directamente con quien lo necesitaría cerca de mí ¡mi tiempo!.

Casualmente hace dos años una conocida de Facebook comparte la página de FADE, indago y mira por donde hay una charla informativa en breve al lado de casa.

Desde entonces ahí estoy, en el CEIP San Andrés, con mis niños y mis compañeros.
Mi experiencia como voluntaria es fantástica. Creo (estoy segura) que recibo más de lo que doy, pero sigo intentando aportar cada día algo de satisfacción y alguna que otra sonrisa a nuestro niños. Son igual que mis hijas cuando tenían su edad, pero con menos suerte. Les gusta lo mismo: que les hagan caso, que los mimen, que se sienten a su lado a hacer los deberes... y también que les riñan si no se portan bien (esto no lo reconocen, pero cuando pasa, el siguiente día vienen muy suaves y haciéndonos carantoñas, con lo cual vemos que les ha servido la reprimenda).

La tarde de los martes es muy especial para mí, aunque si os soy del todo sincera hay algunos martes que me cuesta arrancar de casa porque termino  de comer a las 4 de la tarde y si me siento a descansar un rato, justo cuando me relajo es cuando me tengo que salir de casa. Siendo aún más sincera, pienso “quién me habrá mandado a mí meterme en esto” porque salgo arrastrándome por la puerta, pero... a la salida, a las 8 de la tarde me voy nueva, feliz, con la serotonina por la nubes, las pilas a tope. ¡Ni loca lo dejo! No amplío más días porque soy tan exigente conmigo misma que intento no faltar nunca y hay tardes que por trabajo o familia tengo que remover cielos y tierra para no fallar.

Me gusta estar con los niños, ayudarlos y me gusta compartir 2 horas con mis compañeros voluntarios que como yo, tienen su vida y sus problemas, pero que nos apoyamos unos a otros y se hace mucho más fácil todo.

Pero repito: recibo mucho más de lo que doy.

¡Gracias FADE!
Mª Carmen Sánchez Zamora

Comentarios