Diario de Abordo


El pasado 27 de marzo visité a mi querido grupo de voluntarios de los jueves en el Hospital Morales Meseguer.

Les tengo muchísimo cariño, ya que cuando comencé mi labor como voluntaria en la Fundación Fade fue éste el grupo al que me incorporé. Fue decisivo en mi elección asistir a una sesión de formación y conocer en ella a Concha, coordinadora del grupo de los jueves. Su simpatía y cercanía me hizo decantarme por este servicio y reconozco haber aprendido mucho de su talante a la hora de tratar con los enfermos.

Esta foto fue tomada en enero, cuando participamos en el primer encuentro entre voluntarios Fade y pasamos una divertida mañana realizando una "gymkana cultural" por las calles del centro de Murcia.
¡Nos quedamos segundos!

De izquierda a derecha: Alberto, Ana Llamas, Concha Sandoval y Daniel, del grupo del jueves.



A las 17:30, puntuales, ya estábamos todos uniformados con nuestra bata y nuestro distintivo. Con nuestro carrito preparado, pedimos a dos amables señores que inmortalizaran el momento. ¡Y este es el resultado!


De izquierda a derecha: Concha (coordinadora del grupo), Antonio, María Jesús, María y Ana Llamas




Antes de comenzar la tarde, Concha nos sorprendió a todos con una idea fantástica que ha preparado ella misma: sopas de letras con cartoncito para apoyarse y bolígrafo incluido.

Son monísimas y las ha impreso en varios colores. ¡Me encantan!





Dada la sorpresa, decidimos dividirnos: Concha, María y yo. Antonio y María Jesús. Os dejo una instantánea del momento de "división por equipos" delante del ascensor de la 3ª planta...


La tarde comenzó muy tranquila: paseando en silla de ruedas a Bartolo, quien me contrató como abogada para ayudarle en su trabajo de "comprar y vender pisos". Yo le dije que si me contrataba tenía que saber que yo era algo "corrupta" y me contestó que "mejor que mejor", jajaja. Que nadie piense que el contrato es real, por favor. Además, no ejerzo de abogada y, si ejerciera, ¡no sería corrupta!
Resulta que este hombre, ya mayor, está enamorado de una enfermera y le ha pedido en varias ocasiones matrimonio. Todas las auxiliares de la planta conocen su fama de mujeriego, y nos advirtieron de que era todo un "conquistador".

Cuando pasamos delante del Control de Enfermería, una de las enfermeras nos comentó que había un paciente al que nadie visitaba y que llevaba un mes completamente solo. Rápidamente, Concha y yo entramos en su habitación y nos encontramos a un chico, de 31 años, marroquí y extremadamente delgado. Mayor que su delgadez era la tristeza que reflejaban sus ojos.

Una vez que nos presentamos, le cogimos cada una de una mano y le preguntamos que si tenía a su familia lejos. Su respuesta nos dejó heladas: tenía familia en Murcia, unos tíos, pero se había cansado de llamarles para que le visitaran. Por si fuera poco, estaba casado y su mujer, al enterarse de su enfermedad, le había abandonado y había decidido regresar a Marruecos. Él mismo, bajando la mirada, susurró: "No siento que tenga a nadie".

¿Cómo debe sentirse alguien que pronuncia estas palabras? ¿Os imagináis teniendo que confesar, enfermos y en un país distinto al vuestro, a dos desconocidas que estáis completamente solos y desamparados?

Lo operaban al día siguiente, y ante mi pregunta de si sentía un poco de inquietud o miedo me dijo que no, que lo único que le preocupaba era saber si tenía que pagar estar hospitalizado porque, en sus circunstancias, no podía trabajar ni tenía ningún dinero.

Tras tranquilizarle y contestarle que todo se pagaba por el Estado y darle la noticia de que, tras diez años en España, podía optar por la doble nacionalidad, estuvimos un rato con él. Le dije que no se sintiera triste, que a veces los amigos nos aportan más cariño que la propia familia y que a partir de ese momento contaba como amigos con todos los voluntarios de la Fundación Fade, que le haría compañía mientras estuviese recuperándose en el hospital. Me gustaría que hubierais visto cómo le cambió la cara. 



Más tarde, acompañé a Antonio y a María Jesús en la última visita de la tarde, también a un marroquí. Su historia me conmovió. Su mujer sólo podía visitarle una vez a la semana y el resto del tiempo estaba completamente solo. Para poder entrar en su habitación, tuvimos que ponernos una bata, guantes y mascarilla especiales. Todo para proteger al enfermo de posibles microorganismos que podemos contagiarle del exterior. En la puerta de la habitación se nos advierte con un cartelito de aquéllos casos en los que debemos entrar vestidos así.


La tarde llegó a su fin y nos reunimos en la recepción del hospital para guardar el carrito biblioteca (que apenas se usó dada la cantidad de visitas que había que hacer) y para dejar las batas.

Nos despedimos con un "hasta pronto" y, de camino a casa, me acompañó una gran sonrisa y un único pensamiento: "un verdadero amigo es aquel que se acerca a ti cuando el resto del mundo te abandona". Desde luego, los voluntarios dan fe de ello. Y yo no puedo más que quitarme el sombrero y mostrar mi más sincera admiración hacia mis compañeros.

Gracias en nombre de quienes ayudáis y de aquéllos a quienes servís de ejemplo en la vida.





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