El suéter azul de Jacqueline Novogratz

Aplicar una una visión empresarial y de negocios al problema de la pobreza en el mundo es el secreto que ha llevado a Jacqueline Novogratz, a través de su organización Acumen Fund, a revolucionar los conceptos de ayuda al desarrollo en buena parte de África y del sudeste asiático.

Hasta el momento ha invertido 40 millones de dólares en 44 empresas con el objetivo de dar una oportunidad a pequeños emprendedores de países pobres a desarrollar sus ideas de negocio.

Jacqueline, como tantos filántropos sociales de EE.UU, empezó su carrera en el mundo de los finanzas, en un gran banco, donde consiguió la experiencia y formación necesaria para lanzarse a esta aventura solidaria. Pero, ¿cómo nace en Jacqueline la idea de Acumen, qué le inspiró para cambiar radicalmente de vida, de trabajo, de proyecto? Esta es, resumida, la historia que ha marcado su destino.
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Jacqueline, el pasado mes de enero, en Kibera, Nairobi (Kenia). Foto: Shannon Jensen / Acumen Fund
Cuando tenía 12 años, su tío Ed le regaló un suéter azul. Tenía unas zebras borrosas caminando a lo largo del estómago, y el Monte Kilimanjaro y el Monte Meru estaban  justo a lo largo del pecho, también borrosos. Ella se lo ponía cada vez que podía, pensaba que era precioso. Hasta que un día, en el instituto, con 14 años, en plena adolescencia, un jugador del equipo de Rugby se burló del sueter de Jacqueline, del efecto que hacían las montañas sobre su pecho. Ella se enfadó mucho, corrió a su casa y obligó a su madre a que la llevara al centro de la ciudad a deshacerse del jersey. Lo entregó a un organización de caridad, Goodwill.
A los 25 años Jacqueline se fue a trabajar a Ruanda, y en Kigali, la capital, vio a un niño usando un suéter azul como el suyo, idéntico al suyo. Pensó que era imposible, que habría otra explicación, así que corrió hasta el chico, le agarró y miró en el cuello del jersey buscando una cinta en la que pudiera leer el nombre del propietario. Y ahí estaba su nombre. Era el suéter que le regaló su tío Ed, que había viajado, como ella, miles de kilómetros.
Esta pequeña anécdota articula el libro The Blue Sweater, que Jacqueline publicó hace un año en EE.UU, y en el que habla en profundidad de su vida, de su proyecto, de su experiencia, de la conexión tan tremenda que existe entre los seres del planeta. Como ella misma señala.

Jacqueline también empezó a reflexionar sobre el tipo de ayuda que prestan organizaciones como Goodwill y se preguntaba si es bueno inundar las ciudades africanas de ropa gratis de segunda mano, porque eso supone debilitar la industria local y no permitir el desarrollo natural de una región, de un país.
Las historia del suéter activó a Jacqueline, que pasó un tiempo en Ruanda (85-86) para ayudar a crear un negocio de pastelería a 20 madres solteras. Comprobó el tremendo potencial de las mujeres y cómo, simplemente con un apoyo técnico y algo de ayuda financiera, eran capaces de sacar adelante la empresa. Se sentían importantes, tomaban decisiones, se implicaban, luchaban. La clave está en proporcionar a los pobres las herramientas necesarias para que sean ellos los protagonistas de su proyecto de vida.

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