Los mayores "muchas veces agonizan en una rutina que los ahoga". Experiencia en el voluntariado domiciliario de Kenya, Isa y Pilar
Somos Kenya, Isa y Pilar, tres chicas de un pueblo de Murcia. Estudiamos en la Universidad de Murcia y un día una compañera que era voluntaria en la Fundación FADE nos habló de esta entidad y de sus proyectos de voluntariado. ¡Y allí que nos fuimos!
Desde hace tiempo teníamos la inquietud de hacer algún voluntariado para sentirnos realizadas y colaborar en la construcción de una sociedad mejor y mejorar el bienestar de los demás. Asistimos a una sesión charla informativa y ¡nos convencimos! Tras mirar el horario más
flexible, nos decantamos por el acompañamiento domiciliario con personas mayores.
El viernes 3 de Marzo comenzamos nuestra andadura como voluntarias y, para
nuestra suerte, nos encontramos con dos ancianos (Ana y Diego) cuya vitalidad
nos ha cautivado y embriagado en un submundo paralelo con el que no estamos
acostumbradas a convivir. Diego sufre una minusvalía de grado 3, no participa
mucho en las conversaciones, pero nunca pierde la sonrisa. Tiene 86 años y es
uno de los hombres más fuertes que hemos conocido hasta ahora. Pese a su estado
físico y las condiciones que debilitan su funcionamiento diario normal, tiene
una gran habilidad para conservar su estado mental, puesto que no duda en
intervenir puntualmente para decirnos alguna frase de las suyas y lanzarnos una
sonrisa. Por otro lado, Ana, es una mujer vital, modesta, sin tapujos y con un
estado anímico un tanto bajo. Nuestra compañía, según ella, le hace pasar el
tiempo desapercibido. Le aportamos conversación y tiempo. Tiempo para
expresarse, para reírse y para muchas habilidades que ella desconoce tener, pero que son lo que realmente la definen.
Llevamos muy poco tiempo en esta experiencia y ya nos ha
hecho abrir los ojos ante la realidad.
Las personas mayores son un colectivo vulnerable expuesto a las
adversidades. Muchas veces agonizan en una rutina que los ahoga, como en el
caso de estos dos ancianos. Nuestro propósito es regalarle un tiempo todas
las semanas para que salgan de esas rutinas entre medicamentos, comer y
dormir. Es un tiempo voluntario que no perdemos, sino que ganamos. No sólo aprenden ellos de nosotras, sino nosotras de ellos, ya que su experiencia
y su paso por la vida es un conocimiento muy valioso para nuestro desarrollo.
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